Mentiría si dijera que Arterra no es un lugar especial. Puedes sentir la bondad, la generosidad, el calor humano.
Llegué con una maleta llena de expectativas. Una realidad con la que nunca entré en contacto y un mundo de infinitas posibilidades. Y tan pronto como puse un pie en esta casa me sentí bienvenida, abrazada. Como si la comunidad nos esperara con entusiasmo y la voluntad de integrarnos en su forma de vida.
Es fácil perderse en el edificio. Hay pasillos por todas partes, habitaciones y espacios difíciles de encontrar. Es un lugar en constante remodelación. Enorme y multifacético. Impresionante la cantidad de actividad que tiene lugar aquí. Y la alegría con la que todos cumplen con sus deberes.
Hay un enorme respeto por la libertad individual de cada persona. Y está el cuidado de tratar de entender cómo somos, cómo nos sentimos, lo que queremos compartir.
Reunimos a 10 voluntarios para ayudar en la preparación del encuentro de la Red Ibérica de Ecoaldeas. Transformamos apartamentos, pintamos paredes, barnizamos y montamos literas, construimos baños secos, limpiamos espacios, movemos material, construimos toldos, cocinamos, ayudamos a organizar talleres y vivimos intensamente todas las experiencias.

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Trabajamos por la mañana y por la tarde hicimos dinámicas de facilitación de grupos. Sobre todo, aprendemos mucho. Aprendimos que es el amor lo que impulsa este proyecto. Que es la fuerza de voluntad y el sentimiento de misión cumplida lo que mueve a toda esta gente.


¡Y qué grupo se ha reunido en Arterra! Gente tan diferente, tan especial. Gente curiosa, capaz, con talento y generosa. Gente que no tiene miedo de hablar, de explorar los sentimientos, de entregarse al proyecto y a los demás. La gente es, sin duda, el alma de los proyectos. Y con esta gente aprendí mucho sobre el respeto, sobre escuchar, sobre la esperanza.


Les agradezco que me hagan sentir como en casa. Por cuestionar el mundo en el que vivo. Para crecer. Para aprender. Por revivir mi energía y cambiar mi perspectiva.
Arterra Bizimodu es un proyecto que, aunque breve, supo crecer y convertirse en una inspiración. Arterra es ahora parte de mí. Un pequeño pedazo de casa, donde espero volver algún día.

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